Algunas ceremonias importantes - Aztecas

Hola, buenos días, buenas noches o buenas tardes. El día de hoy es uno muy especial, ya que hoy poseo ya el libro de los aztecas, uno que siempre usaba cuando iba a mi biblioteca, y por motivos más convenientes hoy mismo lo fui a comprar, y es de ese libro que sacaré esta entrada. Estas son ceremonias que se le hacian a dos distintos dioses: Tezcatlipoca y Huehueteótl, muy importantes para los Aztecas.

Culto de Tezcatlipoca

Parte de esta ceremonia fue ya publicada en mi anterior entrada, pero no fuí muy profundo al redactarla, así que esta vez no seré tan breve y especificaré un poco más.

Para esta ceremonia se buscaba el prisionero de guerra más hermoso, bello y valiente. Éste era atendido por ocho sacerdotes durante todo un año, le enseñaban modales y lo homenajeaban como si se tratara de Tezcatlipoca. Un mes antes del día del sacrificio, cuatro bellas jovenes se convertían en sus siervas y lo complacían en lo que deseara. El día de su muerte, el prisionero se despedía de sus siervas y encaminaba una procesión en su honor por toda la ciudad, que estaba bien arreglada debido al homenaje. Los ocho sacerdotes, que lo habian atendido, subían las gradas del templo antes que él, rompiendo en cada grada una flauta. Al llegar a la plataforma más alta, los sacerdotes tendían al prisionero en la piedra de sacrificio y le arrancaban el corazón. Debido al trato recibido y como habia vivido, su cuerpo no era arrojado por las escaleras sino conducido, pero cu cabeza era colocada junto a otros craneos ensartados en una cerca hecha con estacas al lado del templo. 

Culto de Huehueteótl 
 

Los prisioneros de guerra y aquellos que los capturaron participaban en una danza; y al día siguiente, los cautivos subían a la plataforma del templo, donde se les arrojaba yauhtli (hierbanís o pericón) en la cara, esto producía una especie de sedación para que no se dieran cuenta de lo que les ocurriría. Se encendía una gran hoguera y cada sacerdote tomaba un cautivo, el cual era atado de pies y manos, y se lo subían en la espalda. Luego, hacían una danza macabra al rededor del fuego y uno a la vez arrojaba al prisionero en las llamas de la hoguera. Antes de que muriera, los sacerdotes enganchaban a los prisioneros con grandes garfios y les arrancaban el corazón, ofreciéndolo al dios Huehueteótl.